De (in)certezas


Bogotá, 3 de agosto de 2010

Abro el documento en blanco y me quedo precisamente así, mirándolo en silencio durante algunos segundos. Silencio. Precisamente eso es todo lo que me rodea en estos instantes, lo que me llega dentro.

Esta mañana debatía con una amiga sobre ese pinchazo en el corazón que uno siente cuando da y tras ello todo es negro. Mientras escupo estas letras dejo atrás el pensamiento negativo y me doy cuenta, de nuevo, que eso de los blancos y los negros no existe y que tal vez puede ser una maldita bendición, y entonces me ratifico en mis convicciones diurnas para no perder la sonrisa –debe ser que es de noche y hay tinieblas-.

No existen los patrones, ni en el color de la luz de las estrellas ni en el devenir de los acontecimientos. No hay normas. No hay nada. Solo presente… y ni eso. Me paso la vida intentando eliminar mis tendencias hacia el absolutismo pero, ¿realmente quiero que todo sea relativo?

Perdónenme este momento filosófico, se trata, sobre todo, de las consecuencias de sentirme en un limbo donde a veces camino hacia mí misma o donde en ocasiones decido fundirme en negro.

Los últimos días los pasé rodeada de gente que quiero, que adoro, que me hace sonreír y sentirme bien pese a ser consciente de que el tiempo y el espacio no nos conceden demasiados caprichos. Compartí risas, alcohol, mar y noches. Cenas, miradas y complicidades… Con un Bitter Kas en la mano me confesé y me di cuenta de que dentro de un año la única certeza que tengo es que estaré en ese mismo lugar haciendo los mismos juegos de luz a través de mi amarga bebida roja. Hay pocas, muy pocas ciencias ciertas.

Y entonces es cuando me pregunto qué hay de bueno y de malo en eso. Cuál es la parte positiva de la ingravidez si la incertidumbre tiene tanto de ilusión como de miedo, tanto de cal como de arena.

Escribo sin ser capaz de resolver esa pregunta, pensando que lo único que puedo ofrecerme –cosa que además me debo-, es mantener esa ilusión y su luz sin perder de vista al miedo y a su fracaso. Nunca sabemos con eso, con certeza, si estamos o no en lo correcto porque, como dice Kundera, vida solo hay una y no admite ensayos.

Sin embargo, es por eso también que uno ha de seguir a sus instintos, no quedarse con la espina clavada del “qué pudo haber sido”, pensar y sopesar sus vísceras y, finalmente, descubrir que el mayor logro y acierto es que el corazón, cierta y afortunadamente, sigue latiendo.


~ 3 Caminantes: ~

sara says:
at: 4 de agosto de 2010, 10:46 dijo...

Sigue latiendo, siempre, estés aquí o allí!...las hipótesis mágicas sólo aprietan más la soga!
Besin!

Martín Franco Vélez says:
at: 6 de agosto de 2010, 22:42 dijo...

Es mejor que no haya certezas. Eso es lo interesante de la vida, ¿no?

José Antonio Piñero says:
at: 17 de agosto de 2010, 14:55 dijo...

Hace (demasiados) años aprendí que los problemas son la sal de la vida. En exceso te mata por hipertensión, el corazón no lo soporta más, pero en dosis tolerables incluso ayudan a tragar las horas. No dejes de echarle salero a la vida. Un beso

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Escribo casi por necesidad aunque muchas veces nada de lo que escribo tiene sentido. Este Camino hacia Macondo es mi particular sendero hacia ninguna parte. Hacia mi lugar.
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