Madrid, 24 de agosto de 2009
Comíamos pipas en un banco de esos gimnasios callejeros mientras hacíamos bicicleta, eran las cuatro de la madrugada, mirábamos al cielo, y las estrellas nos hacían perder el norte. Yo buscaba la Polar.
- Hace unos días cuando salí de casa hubo un apagón –me dijo-, y no te puedes imaginar lo maravilloso que era mirar hacia arriba.
Pero unos murciélagos habían estado revoloteando sobre nuestras cabezas unas horas antes y, después, cuando escuchábamos canciones en catalán y jugábamos a ver quien lograba entender más frases completas, Nadal perdía contra Djokovic y el relato carecía de sentido. O tenía todo el del mundo, trago a trago, en nuestras conversaciones.
Cuando pasas por temporadas en las que no haces más que preguntarte trascendentalidades acerca del futuro, del pasado, de quienes caminan contigo y sobre quién perdurará, entonces, es entonces, cuando la vida, en el momento más absurdo, te da la respuesta. Y es tu decisión y tu tarea asumirla o no.
Mientras comíamos pipas me di cuenta de que, por mucho que yo intente escribir una pauta, las maneras de querer no tienen normas aunque yo siga convencida de saber quién estará ahí, dentro de unos años, junto a mí en la distancia o en el mismo lugar.
- Tú y yo seremos amigos siempre –solté en una frase cualquiera de nuestra charla, y lo hice con absoluta certeza, como si eso fuera algo evidente.
Y es que probablemente, muy probablemente, lo seremos.
Una vez alguien me dijo que sólo hay una manera de querer, que querer es querer y ya está. Que o se quiere bien a alguien o no se le quiere, que en ocasiones se confunde el querer con otra cosa. Tal vez tuviese razón, pero intento, insisto, apartarme de los absolutismos, de los blancos y los negros, me apetece perseverar en el gris así que me quedo a vivir en la idea de que sí que existen muchas maneras de hacerlo, aunque cada uno practique y prefiera una en cuestión.
A mí me gusta ésa en la que no hay dobleces, en la que la confianza puede ser mayor o menor para soltar las vergüenzas pero tienes la seguridad de que esa persona no va a fallarte. Adoro esa sensación de fidelidad en el sentimiento, de reciprocidad eterna independientemente de la intensidad y la cercanía del otro. Ésa manera de querer que provoca que al mirar atrás veas que ninguna de las dos bocas y los dos cuerpos se han hecho ningún mal. Pureza de buenas intenciones que, pese a no tener la emoción de las montañas rusas, te produce calma y bienestar.
No digo que aquellos a los que alguna vez rechacé una llamada no sean importantes en mi vida, ni decreto que quienes un día pensaron que era un coñazo quedar conmigo no me tengan cariño. Simplemente, en el momento más absurdo, cuando el relato había perdido todo el sentido, me di cuenta de que me encanta que me quieran así, que existe el cariño sin ningún tipo de dolor y no tiene por qué ser menos importante que aquel en el que reside la idea de que “el que bien te quiere, te hará llorar”.
Muchos de los que me rodean jamás me han hecho sufrir ni el más mínimo instante y ésos, ésos son los que se quedarán y con los que comeré pipas bajo la luz de las estrellas y una sonrisa dentro de…siempre.
~ 6 Caminantes: ~
at: 24 de agosto de 2009, 4:25 dijo...
Unos caminarán a Macondo, otros tocando el tambor de hojalata recordarán viejos tiempos, aún cuando tan solo alcancen la veintena (y pico) de años a sus espaldas. Son muchos los recuerdos que por mi parte tengo grabados cual fotografías. Y uno de ellos es montado en un autobús escolar vuelta a casa, yendo a tu lado y diciéndome que a pesar de los años, de la distancia y los posibles silencios, nuestra amistad seguiría viva y reflejada en el futuro. Y que un día, aunque pasaran los años sin saber del otro todo, trascurriría todo como si el tiempo no hubiera pasado en nuestros lazos desde nuestra última conversación. Tendríamos unos 17 años por entonces, y el tiempo ha dado la razón a tal comentario, a pesar de que tanto uno como otro, como la textura de ese lazo que nos une, sean bien distintos aún guardando la esencia.
Un abrazo desde la cercanía.
at: 25 de agosto de 2009, 19:44 dijo...
Me hiciste recordar muchas cosas, como que hace dos años, en mi fotolog, yo escribí "las cosas nunca son blancas o negras, en la vida también hay grises" y un buen amigo, fotógrafo él, me hizo este comentario: "La vida no es sólo escala de grises, también
existen el blanco y el negro. Cuando empecé a copiar fotos (con
ampliadora y químicos, a la antigua) aprendí que una buena
copia tiene alguna zona con negro pleno, otra con blanco pleno
y la mayor cantidad de grises posible. Creo que la vida es
igual (...)"
Me repito en esa idea que te voy soltando de a poquito y es que estás madurando a lo bestia, que no pareces la jovenzuela que eres y que me alegro mucho de ir conociéndote en ese proceso...
Un beso y gracias por regalarnos estas escenas cotidianamente literarias.
at: 25 de agosto de 2009, 22:01 dijo...
Amelie, no sé si madura o no. No sé si el destino -o la fuerza correspondiente- me tiene algo lindo preparado. Sólo sé que de momento me voy cruzando con gente maravillosa con la que compartir sonrisas:) Gracias por tus palabras
at: 28 de agosto de 2009, 15:09 dijo...
"Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende" (Eduardo Galeano, "El mundo", de "El Libro de los Abrazos")
Afortunadamente, tú correspondes al segundo grupo. Y me alegra estar cerquita de ti, viviendo todo tu proceso, para sentir el calorcito y la luz de ese fuego loco (que se transtornará del todo allende los mares jejeje). Un beso enorme
at: 4 de septiembre de 2009, 19:00 dijo...
Lo mejor de que "querer es querer bien" es que cuando uno se da cuenta, ya no le pueden volver a querer mal.
Y, mejor aun: ya no puede volver a querer mal.
El respeto a lo bonito no lo permitiría.
Así que sólo te digo: "qué suerte". Yo también llegué a ese mundo nuevo hace poco, y... qué bien se está en él ;)
at: 6 de septiembre de 2009, 22:48 dijo...
Cuánta razón! Pero eso también me da miedo (estoy miedosa ultimamente). La amistad que tengo con algunas personas es tan absolutamente verdadera, tan para siempre, tan necesaria, tan parte de mí, que irremediablemente se me estremece el corazón cuando pienso en el día en que me falten... Espero que aún quede mucho para eso, pero no puedo evitar pensar que pasará...
Publicar un comentario