Bogotá, 31 de mayo de 2010
No sé si tengo la autoridad moral para hacer ni siquiera una de las siguientes reflexiones, pero creo que se las debo a todos aquellos que han conformado mi idea de Colombia en estos cinco meses y que me han permitido sentir que a veces quiero más a este país que al mío. Y no exagero.
A las cuatro y media de la tarde de ayer no pude evitar sentir una profunda tristeza al ver los resultados de las primeras mesas escrutadas: Colombia tenía la oportunidad de demostrar que quiere ser más, que quiere ser lo que es mirando hacia delante, que quiere dejar atrás todas aquellas cosas que hacen que mi madre se preocupe cuando ve los informativos al otro lado del Atlántico. Pero no lo hizo y prefirió la muerte.
Antanas Mockus no es un político modélico, ni mucho menos. Ni siquiera se acerca a la perfección ni es la solución infalible. No, no lo es. Pero su pensamiento y su rostro enarbolan casi todos los principios humanos que sociedades como esta olvidaron por el camino. Me importa bien poco el porqué. Ese bogotano tímido, de sonrisa limpia y rasgos de la Europa del Este pretende reducir el desempleo, ampliar las coberturas de salud, eliminar los índices de analfabetismo, mejorar las carreteras… No lo dice, pero estoy segura de ello. Lo pretende aunque se lo calla, y ahora que lo pienso, tal vez ése sea el problema.
Se lo calla porque cree más importante que sus compatriotas se den cuenta de que en Colombia no se respeta la vida. De que hay una serie de atrocidades admitidas, de crímenes asumidos, de violaciones de derechos que campan a sus anchas entre las raíces de su cultura.
Mockus se equivocará, de hecho ya se ha equivocado, y probablemente pague las consecuencias de haber tratado de presentar sus verdaderas ideas mezclándolas con una estrategia de campaña que le ha ganado la batalla a base de dudas y de ser un blanco fácil del juego sucio. Pero nadie, absolutamente nadie, podrá reprocharle la legitimidad de su propuesta: la importancia de la vida.
Y es que Mockus ha perdido estas elecciones por no saber ser mala persona. Entre otras cosas, claro.
El profesor, el que debería ser el presidente, pretendía limitarse en los últimos tres meses a transmitir la tan sencilla, pero excelsa idea, de que los colombianos necesitan crear tabúes. Sí, sí, como suena. Crear tabúes porque aquí el asesinato, el secuestro o la violación de cualquiera de los derechos fundamentales son concebidos como un elemento más del paisaje. Desayunan, comen y cenan con barbaridades de este tipo, hasta el punto de que incluso el Estado está legitimado a participar de ello. Por qué no, qué más da un muerto más que un muerto menos y quién haya firmado la obra maestra -si es la Casa de Nariño, mejor-.
¡Ay, pobre Antanas! ¡Ilusos verdes que una vez creímos que era posible!
Pues es que a mí el concepto no me parecía tan complejo…Eso de respetar la vida del otro. Eliminar las desigualdades. Proporcionar educación y civismo. No sé, será eso, que no aprendo.
Colombia se merece más de lo que tiene y de lo que vive, pero no puede lograrlo si reacciona ante el asesinato sistemático e injustificado de personas anónimas por parte del ejército como quien ve llover. Un taxista me decía que no creía que el presidente Àlvaro Uribe estuviese tras las órdenes de ejecución de los falsos positivos, y probablemente tuviera razón, pero eso no le exime. No quiero ni imaginar qué ocurriría en España ante la más mínima sospecha de la existencia de tan solo un caso así. Adiós Gobierno, para empezar… Pero no, claro, aquí los colombianos lo reeligen.
Para alguien de fuera como yo resulta sumamente incomprensible esa impunidad social por mucho que sea el pan de cada día o por muy común que sea el miedo. No sé si se debe a una cuestión de ignorancia o de búsqueda del reflejo (quiero ser como tú, rico y poderoso, del charco al oro). No alcanzo a entender por qué las víctimas del gobierno de Uribe siguen votando a su sucesor. Por más que lo intento no me explico las razones por las que una madre de un falso positivo o un primo o un vecino, pueden votar a Santos. Pero lo hacen.
Colombia no quiere parecerse a la América Latina de Chávez, quiere convertirse en un país civilizado y bien considerado en el panorama internacional…Pero es que es imposible que se acerquen lo más mínimo si pasan por alto el paramilitarisimo, el narcotráfico, los abusos de poder, la pobreza, los asesinatos y la manipulación. Así nada es mejor, ya diga misa el uribismo, eso es seguro.
En fin, a estas alturas del partido solo queda esperar un milagro para que la gente de este país razone, no se deje comprar por un desayuno y decida que puede apostar por ser ciudadano y no vasallo. Ojalá las fuerzas concurran y este país sea verde no solo de cuerpo, sino también de alma. Ojalá se den la oportunidad a sí mismos de demostrar que están llenos de riqueza humana y enseñen al mundo que sí pueden… Ojalá, porque esta española no quiere asistir a un funeral antes del nacimiento, no quiere perder la esperanza.
Porque esta española no quiere derramar más lágrimas verdes.
Antanas y la pérdida |
~ 4 Caminantes: ~
at: 31 de mayo de 2010, 18:00 dijo...
que decepción, raquel
yo te entiendo...
nose, vosotros sabréis más lo que pudo suceder. a mi me da la impresión que los medios hicimos mucho bombo de antanas demasiado pronto, que lo catapulamos como ganador antes de hora.
la verdad es que está complicado pero "de més verdes en maduren", como decimos en Catalunya.
at: 31 de mayo de 2010, 18:18 dijo...
Supongo que le hemos cavado su propia tumba, muchos pensaban que ya estaba hecho. Y mira... También estoy convencida de que es un éxito total de la maquinaria corrupta de la U. Ayer había cerebros paramilitares en la celebración en la sede. Es una mezcla de todo, tal vez Colombia siga sin estar preparada para ser un país mejor.
at: 1 de junio de 2010, 1:27 dijo...
Creo que lo principal de todo son los errores del propio Antanas. Es muy bonito pasarse los actos de campaña cantando a coro frases como "la vida es sagrada" o "con educación todo se puede". Pero la gente, al final, quiere propuestas concretas.
También me parece genial que, alejándose de la política mediática, no haya querido jugar sucio y atacar ferozmente a sus competidores. Eso es un extremo. Pero en el medio, está el hecho de que ha desaprovechado el resaltar los puntos débiles de su principal rival, Santos. Tan importante es ganar como que el otro pierda. Mockus ha ganado, pero ha dejado que Santos ganara aún más.
Es cierto que los debates modelo "minuto de respuesta" le han perjudicado, pues él responde con mucha profundidad y necesita tiempo. Es algo que no le reprocharé. Él quiere que el país reflexione. Pero si quiere hacer eso, primero debe ganar. Y si quiere ganar, tiene que enfocar qué es lo que quiere. Como decía Vladdo hoy en twitter, decir que la vida es sagrada no es suficiente. La gente necesita que le digan que van a acabar con las FARC, propuestas concretas, tangibles. Ideas claras.
Obviamente hay muchos otros factores externos que le han perjudicado, y que las maquinarias son las maquinarias. Pero al final, el problema no han sido ellas, ya que ha habido un 51% de votantes que no han acudido a las urnas. De eso no tiene la culpa la maquinaria, sino que quizá no se ha conseguido movilizar lo suficiente a muchos votantes potenciales. Por eso creo que han tenido mucho más peso los errores propios, algo que ya habíamos comentado en más de una ocasión en la redacción.
Por último, pienso que es un error mirar con tanta distancia a Colombia y criticar ciertas situaciones que supuestamente nos sorprenden y alarman. En la Comunidad Valenciana, por poner un ejemplo, los señores del PP son reelegidos pese a sus gravísimos escándalos de corrupción, totalmente demostrados. Ahí dejo esa reflexión.
at: 1 de junio de 2010, 12:45 dijo...
Muchas gracias, Raquel y Álex, por acercarnos todo este asunto. Gracias a vosotros, tengo la sensación de haber entendido al menos algo de estas elecciones, que es más de lo que suelo poder decir.
Y hasta compartido vuestra tristeza. Precisamente por las decisiones que Cubero le destaca como errores, creo que Mockus es el tipo de candidato con el que yo sueño. Aunque pierda. Estudiaba esta mañana, profundizando en Horkheimer (qué pedantería, por dios, pero es que viene a cuento), qué el pensamiento utópico que nace de la nostalgia de algo otro, completamente distinto (y no ajustado al sistema en el que lo histórica y socialmente vencedor ha podido serlo), es la condición de la esperanza, y el único de los potenciales mundos en que el cambio es una posibilidad. Y bueno. Pues eso.
Pero lo dicho. Gracias por compartirnos vuestra vivencia y permitirnos pensar sobre ella.
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