Anestesia



Washington, 9 de febrero de 2015

Es más cómodo quedarse a vivir en los dolores pasados, en las heridas mal cerradas, en la costumbre del viejo cosquilleo anestesiado de la piel, en esa cojera casi crónica del alma; que exponer ese alma -o la que queda- y esa piel -la aún tersa- a una nueva herida y a su dolor. O a su placer.  Pero sobre todo al miedo, a todo ese maldito miedo que lleva consigo, como una losa, el cambio.

Es siempre más fácil quedarse, ni qué decir en los días lluviosos, al calor de lo escaso pero, por costumbre, suficiente; a la leña y al brasero de la rutina, a la calidez húmeda y concentrada de lo ya vivido, al olor de la leche caliente. Y el de la nata reseca.

Los músculos se resienten de todas las carreras, los saltos y los obstáculos, de los desgarros de la pelea, del agotamiento del esfuerzo. No importa si valió la pena, están cansados, inermes, exhaustos. Y ya sea con el bálsamo de la victoria, o con la desazón de la derrota, el riesgo es el mismo: que no vuelvan jamás al movimiento tras cruzar a tiempo, o no, esa línea en blanco.

En ese descubrimiento, que por supuesto llega de años vencidos y tejidos casi muertos, me he sorprendido a mí misma en el hallazgo de otro miedo que espero sea aún mayor que el del abismo a lo desconocido: el pánico al conformismo, el terror apoltronado.

¿Hay algo más triste que conformarse a vivir con el dolor de lo sufrido por no vivir un sufrimiento futuro, que por futuro, de momento, sólo puede ser imaginado

¿Hay una forma más sangrienta de matar la esperanza y a sus hijos que temiendo su esencia y acallando su voz?

Casi como una plegaria a todos los dioses en los que no creo, espero que los años no me hagan más cobarde sino más feroz, y de llegar el caso y el momento echar de nuevo a correr allá donde mis vísceras me pidan, al fin del mundo, por qué no... Que todo esto es la historia de la historia y de las guerras, que igual vale para la política que para el amor.

Atardece en Villada /Dic 2014


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Raquel Godos
Escribo casi por necesidad aunque muchas veces nada de lo que escribo tiene sentido. Este Camino hacia Macondo es mi particular sendero hacia ninguna parte. Hacia mi lugar.
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