Washington, 3 de marzo de 2015
¿Será que todo lo inmediato es efímero y que solo el tesón es llamado a perdurar? La vertiginosidad con la que desaparecen las letras que se escriben deprisa, la permanencia de las palabras que se piensan despacio; la perdurabilidad en el paladar de un plato cocinado a fuego lento, la indiferencia de la comida para llevar. La fortaleza de una mesa de roble tallada y el rasguño inevitable de cualquier mueble industrial. No puedo evitar pensar que nada llega para quedarse si el camino no fue lo suficientemente largo como para desear, y qué vértigo esta cosa del milenio, tan nuestra, de fabricar, usar y tirar. No, no hay remordimiento alguno en la siguiente fase: pulse el botón de olvidar. Debe ser esta droga tan dura que nos están dando, de quererlo todo ahora. Ya. Qué miedo mirar al futuro, no deben quedar ni libros para acariciar…
Washington, jul 2014 |
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