De dormires y demases



Washington, 22 de agosto de 2011

Si sueño que estoy despierta y que viajo a otros lugares, no estoy soñando.  Si sueño que estoy despierta y que suspiro atardeceres, tampoco lo hago. Soñar que duermo cuando vivo, desear a Morfeo con toda el alma, negarme a la noche, voltear el día… Pelar naranjas. 


Si sueño que estoy despierta y que me reconozco en otros, no estoy soñando. Si sueño que estoy despierta y que me trago sonrisas al caminar... No, no lo hago. Tropiezo con océanos de dudas que parecen charcos, pero no, pirueta y salto. Me zambullo. Disfruto. Nado.

Soñar que calmo huracanes entre los huecos de mis manos, desear el calor de la arena bajo mis pies, esa que camino al trabajo se convierte en asfalto. Un, dos, tres. Ilusiones nuevas. Tres, dos, uno. Recuerdos inmortales. “Siempre nos quedarán las fotografías”, y añado: “Siempre nos quedarán los cristales”. Esos, los de mirar, los de mirarse. Los de buscar reconocerse en el Callejón del Gato. Los de los susurros y la conciencia, los de los descubrimientos –propios- inmediatos.

Qué dulces saben las lágrimas cuando las reconoces en la lección sexta del diario.

Ventana del Palacio Pitti, Florencia (2004)



~ 1 Caminantes: ~

amelie says:
at: 23 de agosto de 2011, 9:15 dijo...

Sabes cómo dejarme sin aire. Eso no lo consigue mucha gente, mi niña. Gracias por tus palabras. Gracias por ser Alma y dejar que l@s demás la veaoms. Quiérote...

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Raquel Godos
Escribo casi por necesidad aunque muchas veces nada de lo que escribo tiene sentido. Este Camino hacia Macondo es mi particular sendero hacia ninguna parte. Hacia mi lugar.
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