Mi arma, mis ganas


Washington, 6 de junio de 2012

Ayer me levanté contra el mundo, sabiendo que sería un día oscuro, pero dispuesta a apartar las nubes a manotazos y dejar espacio para el sol. Pese a esta enfermedad mía, este optimismo patológico, no lo logré: simplemente hay ocasiones en las que las circunstancias son más fuertes que tú. Pero sólo son eso, circunstancias circunstanciales.

Galeano, que cada vez se pasea más cerca de mi Vida, suele decir que desconfía de los optimistas “fulltime”, que es necesario creer y descreer, tropezar y levantarse.  En estos tiempos en los que paso –pasamos- de la desesperación al cabreo, de la incertidumbre a la tristeza, o de la ansiedad al miedo, procuro que todo esté bañado con ese haz de luz tímida aunque no logre hacer sombra en el suelo. Y es que me niego a que me quiten la ilusión –que no me convierte en ilusa-: podrán decidir sobre mi bolsillo, pero no sobre mis ganas. No tengo reparo en que ellas sean lo único en mi haber, son el arma más letal y más indestructible. Son, si quieren, la primera y última esperanza.





Sombras de vida/ Aguascalientes (Perú) Sep 2010

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Raquel Godos
Escribo casi por necesidad aunque muchas veces nada de lo que escribo tiene sentido. Este Camino hacia Macondo es mi particular sendero hacia ninguna parte. Hacia mi lugar.
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