Las 5 a.m. de la eternidad



Washington, 29 de agosto de 2012

El problema del ahora, y del hoy y del contar el instante no es otro que el de estar perdiéndoselo. O quizá, también, la incapacidad de no poder imaginar cuál será el siguiente. Repito fotogramas en directo pese a que el decorado es diferente, solo necesito colocar las luces en el que creo es el mismo sitio y esperar el chasquido del fuego. No importa que la plata se haya oscurecido, no importa si huele a viejo o a recién comprado, puedo alcanzar una escena pasada recreando unas sombras,  con apenas unos trazos.

Y sin pedir perdón por citar a Nietzsche,  ahí está el peligro del eterno retorno.  Si por una casualidad, un guión o un latido vuelvo de día a los mismos pasos, solo encuentro dos explicaciones posibles: la obsesión o los abrazos.

Los rotos que rompieron a Almodóvar o los que provocan temblor, no necesariamente de manos; los que te quitan el aire, los que te salvan a ratos.

Dame un olor y un silencio. Un perfume diluido en ginebra, un periódico pasado.  Dame un sofá vacío de madrugada que ocupe el espacio. Otra vez. Tu espacio.


Eternidad sobre le Titicaca, Perú Sep 2010



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Raquel Godos
Escribo casi por necesidad aunque muchas veces nada de lo que escribo tiene sentido. Este Camino hacia Macondo es mi particular sendero hacia ninguna parte. Hacia mi lugar.
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