Madrid, 5 de agosto de 2009
Esas gotas heladas que caen de la ducha al abrir el grifo. El escalofrío que me recorre al sentirlas. Mi cara se contrae, mi piel se eriza. El placer de recibir el agua caliente en el cuello. Esas pequeñas cosas que te transportan de un lugar a otro en centésimas de segundo sin tiempo para poder asumir los extremos.
Estar lejos de mi familia. No ver crecer a mi hermano, no poder echarle un cable con los deberes. Llegar a casa tras semanas de ausencia y escuchar el grito de emoción de mi abuela diciendo mi nombre. El abrazo extenuante de mi madre, la mirada cómplice de mi padre. El olor de la cocina.
El silencio de meses, incluso años, de muchos a los que sé como amigos. Recordarles nostálgica en uno de esos momentos de mirar atrás. Echarles de menos, querer llamarles y sentir miedo a cruzar esa barrera. Saberme fuera de sus vidas. Pulsar el botón verde... mariposas al escuchar el "¿Sí?" al otro lado.
Levantarme temprano, apagar diez veces el despertador. Siete minutos más tarde, de nuevo. Pereza, vagancia, dos o tres "no quiero". La tostada, el café, la música de Aretha Franklin que me hace bailar por la casa mientras me calzo. Suena el móvil. Un mensaje que acaba precisamente con lo contrario, "te quiero".
Blancos que brillan porque antes hubo negros.
Esas gotas heladas que caen de la ducha al abrir el grifo. El escalofrío que me recorre al sentirlas. Mi cara se contrae, mi piel se eriza. El placer de recibir el agua caliente en el cuello. Esas pequeñas cosas que te transportan de un lugar a otro en centésimas de segundo sin tiempo para poder asumir los extremos.
Estar lejos de mi familia. No ver crecer a mi hermano, no poder echarle un cable con los deberes. Llegar a casa tras semanas de ausencia y escuchar el grito de emoción de mi abuela diciendo mi nombre. El abrazo extenuante de mi madre, la mirada cómplice de mi padre. El olor de la cocina.
El silencio de meses, incluso años, de muchos a los que sé como amigos. Recordarles nostálgica en uno de esos momentos de mirar atrás. Echarles de menos, querer llamarles y sentir miedo a cruzar esa barrera. Saberme fuera de sus vidas. Pulsar el botón verde... mariposas al escuchar el "¿Sí?" al otro lado.
Levantarme temprano, apagar diez veces el despertador. Siete minutos más tarde, de nuevo. Pereza, vagancia, dos o tres "no quiero". La tostada, el café, la música de Aretha Franklin que me hace bailar por la casa mientras me calzo. Suena el móvil. Un mensaje que acaba precisamente con lo contrario, "te quiero".
Blancos que brillan porque antes hubo negros.
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