La tierra se mueve. Y mi mundo. Y el tuyo.
No es necesario echar la vista atrás para comprender lo absurdo de algunos actos que cometimos, es el presente quien te muestra, hábil y diáfanamente que aquél tiempo en el que sufriste por ese desamor, que esa época en la que te olvidaste de tus amigos, que esa etapa en la que abusaste de ellos…fue un error. Un error y su consabida lección que con la distancia de la experiencia se convierte incluso en una broma, aunque a veces sea de mal gusto.
Es curioso como algo, alguien, puede parecernos lo más importante en nuestras vidas, cómo le podemos otorgar fácilmente una prioridad absoluta, una transcendencia capital. Caminamos de la mano con su pensamiento, nos vestimos por las mañanas teniendo su presencia tras de nos, compartimos la comida sentados a su lado. Es un baluarte imaginario al que dotamos, poco a poco, de valores ficticios y virtudes exageradas.
Pasa el tiempo y continúa siendo así. Probablemente ese algo, ese alguien, no te provoca ni te da todo eso que tu imaginas. No supone, en absoluto, ni una ínfima parte de lo que tu crees obtener. Pero sigue contigo. Incrustado por dentro.
El tiempo pasa y se suceden las decepciones. Una tras otra, a las que cada vez cuesta más maquillar. Se nos oxida el mecanismo del autoengaño y recibes un golpe del sueño. Despiertas de tu propia historia con un bofetón de realidad y te das cuenta de que te equivocaste. Sufres. No puedes creer que haya sido así.
Pero el tiempo pasa. Pasa. Y tú con él. Paseas por distintos escenarios, conoces otros algos, otros alguienes. Te das cuenta de que ese anhelo que parecía insustituible no solo no lo es, sino que además es mejorable. Que los deseos que se cumplen son bellos y que los incumplidos se marchitan en un rincón en silencio. Hasta desaparecer. Y un día, más tiempo pasado, acudes a tu memoria y no alcanzas a recordar esas sensaciones de angustia o de alegría, has perdido por algún resquicio la capacidad de rememorar los esfuerzos destinados a los objetivos infructuosos, a las metas invisibles. Alma sabia. Supervivencia.
Y es que nada es definitivo y sé que no estoy descubriendo la pólvora. Me empeño en buscar pautas rígidas a la vida y resulta que es todo lo contrario. Que no hay normas, que no existen reglas capaces de explicar el comportamiento de los deseos humanos y de sus sueños. Que nada tiene por qué ser como pensamos, que nada empieza o termina así. O aquí. Que mañana podemos encontrarnos y besarnos. O no reconocernos. Que una vez nos quisimos y ahora la indiferencia es lo que nace cuando nos miramos.
Que no somos para siempre. Y por eso la tierra se mueve. Y mi mundo. Porque nada tiene por qué continuar siendo como es…o sí.
Idas y venidas |
~ 3 Caminantes: ~
at: 8 de marzo de 2010, 11:36 dijo...
Qué bien te entiendo siempre, bonita.
Y luego el pasado retorna con forma de mensaje o e-mail y uno se dice...: ¿qué era aquello? ¿quién era yo? Y entiende ese extraño mecanismo del lento, impercebtible, irreversible cambio....
at: 9 de marzo de 2010, 1:53 dijo...
... Y de lo que se consigue, siempre se espera más, porque nuestros deseos son insaciables.
[cambio de tercio]
-¿Puedo saludar?
-No sé, no sé, estamos en un blog, no en la tele...
-Anda, porfi, ¿puedo saludar?
-Venga, va, hazlo rápido.
-Un saludo para Galileo que sé que me está leyendo mientras gira sobre su propio eje.
at: 2 de abril de 2010, 1:47 dijo...
Me conmueves, me desquicias, me aturdes. Y me despiertas. Un beso grande.
Publicar un comentario