Bogotá, 3 de abril de 2010
Hierve. Vapor de agua. El mundo se ha convertido en blanco mientras yo, negra por dentro, me limpio por fuera. Mi piel se enrojece a cada golpe de gota, las quemaduras efímeras actúan como pequeñas cuchillas capaces de quitarme una a una las duras escamas que a veces me nacen. Calor. Mucho calor.
Me deslizo sobre los azulejos de la pared, desciendo, el agua sigue azotándome acompasadamente entre la furia y la caricia, entre el dolor y el bálsamo. Me siento en el suelo, yo también hiervo y con el hervor me insensibilizo, me convierto en roca caliente, en lava blanca, y así mi mente.
Fantaseo con escribir una obra de teatro y enloquecer. Me planteo callarme hoy para desgastarme y moderme con rabia, arrancarme con correas la rudeza de mi autodestrucción, convertirme en una hiena salvaje y suicida, en una encantadora de serpientes que se alimente de carroña y que todo a mi alrededor tenga así sentido de corruptible.
Imagino que todo es tan oscuro que ciega su brillo. Acabo a dentelladas con los malestares a la vez que solo me profiero caricias. Y fuera llueve. Y mi piel más roja y más caliente es más suave y está más sola. Truena entre los cristales.
Me calmo porque no tengo otro remedio y sin embargo tengo una necesidad atroz de llorar, y todo esta bien, y no me soporto. Quiero dormir, dormir, dormir, encontrar una historia onírica en la que posarme y volar. Eso. Quiero volver a soñar que vuelo aunque en la vida ya despegara hace tiempo.
Y camino por el recuerdo de los anhelos pasados, fuera oscurece y sigue lloviendo. Sonrío porque llega el fin de lo eterno, porque a veces una no desea otra cosa que algo llegue o termine y se da cuenta una vez más de que incurre en el error: estoy aquí, bañándome en mis miserias, porque las tengo. Estoy aquí, retozando entre mis tristezas, porque tengo derecho a sentirlas, como tú. Soy aquí, tendida en mi cama, cada vez más a tientas, purificándome con mis letras porque es mi manera.
La razón de mis penas no es otra que mi alegría, no existe luz sin oscuridad, no hay vida sin muerte, no hay calor sin haber antes sentido frío.
Esto de hoy no es más que una depuración natural, que nadie se alarme.
Me exorcizo bajo la ducha para seguir nadando en mi felicidad. Me quemo. Me limpio. Oscuridad luminosa. Caliente, cálida. Sueno diferente...
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