Insoledad, nunca y siempre


Washington, 12 de noviembre de 2011

Solía viajar con demasiado equipaje, aunque sus maletas no marcaran sobrepeso a la hora de facturar. La vida le había enviado ciertos lastres convertidos en magia, o, quién sabe…magia en forma de piedras, de cantos rodados, de guijarros de nunca olvidar. Era otra ciudad, otro mundo, otro país. Era un lugar nuevo que explorar que nada tenía que ver con lo que él sentía. Las palabras le sonaban diferentes, y las sonrisas demasiado blandas…Pero nunca se está tan al norte como para no encontrarse y comulgar con el sur.

Nunca se sentía solo aunque no pudiese ver el fútbol los domingos. Las clases de inglés eran demasiado aburridas y las mejores lecciones eran dentro de los taxis con los conductores etíopes que adoraban a Messi.

  -My girlfriend loves soccer and…she is beautiful- Contestaba siempre-. Aunque está lejos, la distancia…no es tan grande.
        -You’re a lucky man!! – Le contestaban etíopes, eritreos o afroamericanos. - In fact, I don’t realise at all -.

Llegaba a casa, con su soledad nunca sola, como siempre. Esa que va más allá de las compañías. Cerraba la puerta, abría una cerveza y se quedaba mirando al infinito preguntándose, otra vez, como siempre, qué quería. ¿Somos felices? Resonaba en su memoria… Y al tiempo la libertad y la vida le susurraban al oído..

- Pues claro: somos MUY. Muy felices.

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Raquel Godos
Escribo casi por necesidad aunque muchas veces nada de lo que escribo tiene sentido. Este Camino hacia Macondo es mi particular sendero hacia ninguna parte. Hacia mi lugar.
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