Washington, 22 de noviembre de 2011
Caminaba tres cuadras abajo y retrocedía una, siempre hacía igual. Tardaba en llegar al trabajo como dos horas, pero ése era su único ejercicio y ésos los únicos árboles que había en su jardín bajo orden de embargo. Por las noches solía ir directo a casa; bajo esas mantas grises, bultos inertes y carentes de pulso vivían agazapados bajo la helada... Eran más de una docena de mendigos, mendigos de crisálida triste, si se daba prisa. Si tardaba, seguro que eran más y tenía miedo a sus crudas y reales mariposas.
Siempre le inquietó esa locura, esa extraña libertad del dolor, o ese preferir el dolor a la coerción. Buscaba una estadística de corazones, variables situaciones, elecciones e imposiciones y concluía siempre, que en más de un caso, era su mejor opción, tomada a conciencia. Aunque nunca resolvía si esa valentía era admirable o, justamente, todo lo contrario.
Retrocedía una cuadra, y caminaba tres más abajo, contando farolas y descontando hojas de los árboles como pidiéndoles perdón: no tienes que averiguar si me amas, ya lo sabes. Echaba de menos a los músicos callejeros de Buenos Aires, le daban ganas de repartir flautas y tambores, y al enésimo pellizco del corazón ya no soportaba más tanta locura en los ojos, la del peso de las horas y la levedad del espacio. Cárceles eternas, de calles y calles sin techo ni alfombra. Metros y metros de asfalto donde los acomodados y conformados blanden sus cafés de plástico en honor a sus prisas. Cárceles de pantalla y cheque. Cárceles de quiero más.
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Lady Liberty, NYC |
Al acostarse, cuando apagaba su luz, siempre le quedaban las mismas preguntas sin respuesta; en su mente Lady Liberty se pavoneaba al acabar el día sobre una línea difusa entre el bien y el mal…Y a veces, de lejos, le parecía que tiritaba de frío. Quién sabe.
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Cold Cruise, NYC by cmm |
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