Washington, 19 de diciembre de 2011
Hace unos meses, mientras el suelo temblaba bajo mis pies y experimentaba por primera vez -o no-, suavecito, esa sensación de lo increíble e incontrolable, estaba viendo un vídeo de Eduardo Galeano recitando parte de su propia obra… Tan emocionada, que al principio pensé que aquella sensación de vaivén se debía a sus palabras.
Hace unos meses, tal vez ya más de un año, en la soledad de mi apartamento en Bogotá y la sensación de vacío que a veces me asaltaba, me puse a escuchar a oscuras, en absoluto silencio, una entrevista que una gran amiga –y mayor admiradora de él- le hizo tiempo atrás. Y todo se llenó por dentro.
Y es que hay maestros, como Galeano, que no solamente son escritores, son pensadores de la emoción, y son capaces de pincelar los sentimientos con dos frases rotundas, tan evidentes y tan bien escogidas que nadie en el mundo sería capaz de construir.
Esta noche, antes de acostarme, y otra vez de la mano de Ella, leía un par de retazos:
Y le cambié el sexo y reconocí ese insomnio y esa ceguera, y esa pérdida del habla por el qué se yo. Porque a veces alguien se cruza, para un rato, para un tiempo, para un toda la vida, porque la vida es ahora y nunca se sabe… Y en ocasiones alguien se cruza y se congela el tiempo al tiempo que tus pies en una calle ruidosa de madrugada, y la existencia se reduce a ese instante, a esas horas fugaces, a esa alineación de planetas que ocurre una vez cada miles de -tus- años, que pueden ser meses o días. Y agarras la conjunción con el alma, y tu mudez ya no es solo tuya, sino que no reconoces sonidos a tu alrededor entre el gentío, y ya no hay palabras ni imágenes, solo hay tú y yo. Y ahora.
“La vida es darse. Darse, no hay alegría más alta”.
Buenas noches.
Y aquí y aquí, por si quieren continuar.
~ 1 Caminantes: ~
at: 20 de diciembre de 2011, 7:47 dijo...
Me has dejado tan sin voz como estaba en aquella entrevista. No puedes imaginarte cuánto me das hoy con este "darse" tuyo. Te adoro.
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